Las baldosas de la casa aún recitan tu nombre,
como una oración caduca,
como un conjuro impotente...
El jardín y las plantas extrañan tu cuidado,
el marco de las puertas guarda en su memoria
la marca de tu mano apoyada,
mientras (me) hablabas,
(me) mirabas,
(me) pensabas...
El aire todavía sostiene tu voz en cada rincón
y la cama me sigue pareciendo demasiado ancha...
Tu vaso,... tu taza,... tu cepillo,...
parecen hijos repudiados que ya nadie quiere tocar.
Tu mesa,... tu velador,... tus hojas,... tu pluma,... tus libros,...
esperan confusos tu mano. Como yo...
Tu música sigue sonando,
pero se esparce sin sentido. Como yo...
Ya ves,... hay cosas que han escapado a tu partida
y han quedado grapadas en cada pliegue de esta casa,
que sin tí, parece una trampa...